viernes, 28 de marzo de 2014

LA VIA AUTOGESTIONARIA: SOCIEDAD FRENTE A ESTADO



Lo que hoy es una fractura, ayer era unión. Para la conquista de las 8 horas, que costó 100 años, o más, fue necesario cimentar una nueva cultura, cientos de ateneos, publicaciones, millones de gestos de solidaridad en las familias y el dolor de millones de de obreros.
Destaca por encima de todo que el mundo del trabajo, está dividido y fragmentado:

Esclavos, explotados, rentistas, asegurados, sin papeles.

5 oficios o más lo largo de la vida. Parados de “larga duración”. 50% paro juvenil.

La traición sindical (defensa de condiciones de los trabajadores, no del mundo del trabajo (parados)



Y teniendo en cuenta que este movimiento se levantó sobre el sacrificio de las familias, fundamentalmente de la madre obrera que vivió la solidaridad sin ir a la escuela, sostuvo las luchas pelando patatas, lanzó las huelgas amamantando obreros e hijos de obreros, tejió los lazos del movimiento más esperanzador que irrumpió jamás en la historia.



¿Podemos nosotros hoy ignorar o despreciar la cuna del movimiento obrero, es decir, el papel de la familia?



El I Congreso Obrero Español, en la Barcelona de 1.870 ya defendía que “La familia es la piedra angular de todo el edificio social”.



Por lo tanto, si ese fue el camino de los trabajadores que levantaron el Movimiento Obrero y sus conquistas, en base a qué, los trabajadores del siglo XXI, podremos prescindir de la tarea de levantar el templo de los trabajadores que es la fraternidad universal entre todos los trabajadores.

Por todo ello, trabajo y familia son dos pilares de una sociedad revolucionaria.



Toda la historia de la humanidad “civilizada” nos muestra masas populares que se han dejado dominar por pequeñas minorías y que se han revuelto en vano contra este hecho porque estas minorías eran fuertes a causa de su organización “disciplinada”.

Una de las luchas paradigmáticas actuales, en el campo de la vivienda, se aleja gravemente del ideal al proponer un alquiler social en vez de promover una vivienda digna en propiedad a la medida de las necesidades de toda persona y familia.



Ningún bien de primera necesidad como la vivienda debe ser objeto con el que especular o someter a usura.



La falta de vivienda es signo de la guerra de los poderosos contra los débiles; y es nuestro deber buscar soluciones políticas universales e integrales a esta situación. El contrato de arrendamiento, aunque sea sometido al control del estado, no deja de ser un robo a los trabajadores y de la riqueza que ellos crean con su trabajo. El alquiler social, en definitiva, es una propuesta que refuerza el poder del estado y su función de controlador social, único fundamento del estado para el imperialismo en el siglo XXI.



Es necesaria una reflexión colectiva que reagrupe las fuerzas y permanecer en la calle con principios políticos al servicio de los últimos, construyendo sociedad frente al estado y no a la inversa.



Ello nos exige la promoción de una cultura solidaria, única fuerza capaz de sostener la lucha revolucionaria contra el imperialismo salvaje.

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