jueves, 12 de marzo de 2015

Cuando la cultura religiosa y política se confunden....


Por Tasio Mascola.

Dicen los historiadores que nuestra cultura está perdiendo la raíz histórica. Cada vez  cuesta más explicar (nos) la realidad y tener un relato colectivo con perspectiva histórica. No es el caso del nacionalismo catalán, que sí lo tiene.



Cataluña es una tierra de milenarismos sensibles a las ideologías y utopías redentoras, de la razón y temeridad: anarquismo para la clase obrera y el republicanismo para artesanos y burguesía. Cuando estas ideas pierden fuerza, ocupa el espacio de utopía el deseo de la independencia.  Algunos autores hablan de la fe, desde la transferencia de la religión hacia la patria. 



Es importante señalar en el plano cultural la dimensión pseudo religiosa del movimiento nacionalista, su anhelo de transcendencia. Es lo que llaman las transcendencias intermedias, que sin constituir hechos religiosos en sí, su fenomenología es muy similar. 



Así como la religión representa la relación con la trascendencia a través de imágenes y ceremoniales, el nacionalismo también necesita hacer patente esa relación entre los individuos y la nación, requiere la reinterpretación de un pasado en que situar los inicios del pueblo como tal. Así legitima la existencia de la nación para poder afirmar que ésta es fruto de la historia. 



Los episodios relevantes son recordados mediante fechas señaladas. Consagra a los héroes patrios, equivalente a la de los mártires religiosos. Los héroes que han muerto por la patria encarnan el valor del sacrificio en aras de una realidad trascendental como es la nación, por la que vale la pena morir e incluso matar. Potencian un sentimiento victimista en relación con grupos humanos que son percibidos como “los otros, que no son como yo”. 



Estos elementos son piezas de la memoria colectiva, como base para la elaboración de una realidad, dotándola de sentido, trayectoria: un origen –fundación- y un destino. El nacionalismo sirve a este objetivo, y más en un contexto de pérdida de referentes sólidos. 



Es una espiritualidad reduccionista que anuda fe y patria. Una forma de nacionalcatolicismo, una forma de instrumentalizar la fe al servicio de los propios intereses.

No hay comentarios: